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Aglomeración puertas adentro

La Pintana | MOP

Mascarillas, alcohol gel, respetar el confinamiento y distancia social, es la fórmula para hacer frente a la pandemia. En La Pintana, sin embargo, casi el 14% de los hogares no pueden guardar esa distancia dentro de su propia casa.

Por Gabriela Padilla

“Ha sido super caótico”, dice la voz de Paula Fuica (39) al teléfono, entre gritos de niños jugando y ladridos de perros. No es un día festivo, pero a lo lejos se escucha el sonido de fuegos artificiales reventando en el cielo. Anuncia una llegada.

Fuica, su marido y sus cuatro hijos viven como allegados en la casa de su mamá y su padrastro. Ocho personas en un espacio de casi 80 metros cuadrados. Cuatro habitaciones y un baño. “Las piezas no tienen puerta, solo cortina, entonces privacidad no hay mucha”, dice la vecina de La Pintana. La distribución es dos personas por habitación, exceptuando a Felipe (20), su hijo mayor, el único con un espacio para él solo. Bastián (9), el menor, vive a medio camino entre la pieza de sus padres y la de sus abuelos.

Según el INE y el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, una vivienda hacinada es aquella en la que viven desde 2,5 personas por habitación. Si se considera la realidad del hogar de Fuica, este sería un hogar con hacinamiento medio, sin embargo, en La Pintana existen casos aún más extremos. “Hay familias que viven 12 personas en una casa”, dice Yesenia Olguín, vocera de la Coordinadora de Allegados de La Pintana (CAP). “Aquí en La Pintana, el allegamiento supera fácilmente las cinco mil familias. Un profesor, me parece que era de la UC, decía que cuando llegara la pandemia acá, a las poblaciones y la periferia, iba a ser mucho más complicado parar el virus, porque el hacinamiento era demasiado”, agrega.

Y así fue. En junio de este año, la oficina de urbanismo Atisba publicó el reporte “Barrios de riesgo COVID 19: hacinamiento + vulnerabilidad”, que incluye un ranking de las comunas con la mayor cantidad de contagios por cada cien mil habitantes. La Pintana se ubica en el top 5 con la cuarta posición. Este no es el único podio en el que se encuentra la comuna, sino que también tiene el tercer lugar, a nivel país, en porcentaje de viviendas hacinadas, con el 13,5%, según datos del Censo 2017.

Cuarentena total en La Pintana

11:36 AM del 6 de mayo. El ahora ex ministro de Salud, Jaime Mañalich, anunciaba la ampliación de la cuarentena a toda la comuna. Hasta ese momento solo se encontraba bajo confinamiento el cuadrante entre avenida Observatorio y las calles Venancia Leiva y Santo Tomás, de norte a sur, y entre calle San Francisco y Bahía Catalina de poniente a oriente.

En el sector El Castillo, la casa de Paula Fuica se llenó de inmediato. Los niños no estaban yendo a clases, su padrastro no pudo seguir asistiendo a su trabajo como jardinero y ella obtuvo permiso de su trabajo como cajera debido a su asma crónica. “Él es hipertenso y, a parte, mi mamá es diabética, así que no lo dejamos salir más trabajar”, cuenta Fuica. Tres personas consideradas como población de riesgo en un mismo hogar y ocho personas en total que convivirían 24/7 por casi cuatro meses.

A esa misma hora, en Villa Las Américas, Yesenia Valdebenito (38) estaba en la mesa del comedor acompañando a sus hijos menores, Matías (6) y Benjamín (10), en sus clases. No hay computador, solo celulares. También con la casa llena. Hace diez años que vive en casa de su madre junto a sus seis hijos y su pareja. La vivienda, con solo dos habitaciones y un baño, albergaría a nueve personas hasta finales de septiembre.

¿Es efectivo confinar a la gente a sus casas cuando la aglomeración está también ahí adentro? “Es una medida de muy poca efectividad o, derechamente, inviable”, dice Iván Poduje, arquitecto, urbanista y director de Atisba. “Es imposible limitar la movilidad por el hacinamiento, pero también por economía familiar”, agrega.

El artículo de CIPER Académico “Pandemia, riesgo laboral y salud: las comunas más afectadas de la Región Metropolitana”, menciona a La Pintana como una de las comunas del Gran Santiago con mayor porcentaje de trabajadores del sector esencial que trabajan presencialmente y de salarios perdidos. Se estima que los ingresos del trabajo de la comuna deben haber bajado desde el 15% o más. Paula Fuica y Yesenia Valdebenito lo saben bien. El padrastro de Fuica no pudo seguir con su trabajo como jardinero y la pareja de Valdebenito fue despedido de su empleo como técnico eléctrico.

Sobreviviendo a la supervivencia

Ambas pintaninas concuerdan en que pasar la cuarentena como allegadas fue difícil. “Cuando vives de allegado te tienes que regir por las normas que existen en esa casa. Si yo me quiero quedar todo el día acostada y mi mamá no quiere que lo haga, no puedo”, dice la cajera. “Es complicado. Si una quería bañarse y estaba mi mamá, entonces no podía. Como ella era la dueña de casa era complicado hasta usar la cocina”, comenta Valdebenito.

Pero no es solo la falta de libertad lo que hace de esta experiencia algo complejo. La ruptura y el desorden de la rutina también pasó la cuenta. “Había días que almorzábamos a las cuatro o cinco de la tarde. Hasta a las ocho un día llegamos a almorzar”, cuenta Paula Fuica entre risas. Un día la once se tomó a las tres de la mañana.

La paciencia se fue agotando y las tensiones fueron apareciendo. “Eran puras tonteras”, dice Yesenia Valdebenito, que también ríe al recordar. “Como ‘no grites’ o ‘apúrate en el baño’”, agrega. “Hubo días muy tensos, por la pandemia y el tema de las lucas. Hubo discusiones…fuertes”, dice Fuica. Los problemas económicos y el encierro jugaron parte fundamental en el ambiente dentro del hogar.

“El hacinamiento es un estresor natural. Con la pandemia esto se vuelve súper, súper crítico, porque se añaden otros estresores a los que ya están, como la incertidumbre por el ingreso", dice Michele Dufey, psicóloga y académica de la Universidad de Chile. “Las personas que viven en condiciones de hacinamiento suelen tener posiciones de trabajo precarias y presenciales que no les permiten hacer teletrabajo”. Todo esto, finalmente, se traduce en síntomas de ansiedad y depresión, con lo que el nivel de vulnerabilidad aumenta aún más. Hacinamiento, un punto. Inestabilidad laboral otro punto. Cuarentena otro punto más. La suma puede continuar.

Para Dufey, estas personas son la población de mayor riesgo durante la crisis sanitaria. “Están mucho más expuestas a contagios, porque no tienen cómo guardar distancia ni siquiera dentro de la casa. Además, son las últimas en llegar a atenderse a los servicios de salud, cuando casi ya no tienen pulmones”, comenta con ironía al teléfono. Debido a esto, las familias en condición de hacinamiento se enfrentan a un nivel de mortandad desproporcionadamente mayor al resto. “La salud mental hay que leerla desde esa multidimensionalidad, para entender por qué la gente queda tan dañada y por qué son procesos tan difíciles de revertir”.

El sueño de la vivienda digna y propia

“Usted no califica”, fue lo que le dijeron en la Municipalidad de La Pintana a Paula Fuica cuando postuló por primera vez a la vivienda en 2012. Con un sueldo de $230.000, cuatro hijos y siendo madre soltera, en ese momento, no se le consideró dentro del 40% más vulnerable, requisito para optar a un subsidio de vivienda. “Es super complicado”, dice la cajera de 39 años. “Hay gente que se ha pasado 20 o 30 años postulando. Mi abuelita se ganó un subsidio a los 80 años ¿De qué le sirve ahora?”.

Los intentos de Fuica por cumplir el sueño de la casa propia fueron varios. Luego de muchos pimponeos, en mayo de 2013 logró ganarse el subsidio de compra de vivienda junto a un comité de allegados para lo que hoy es el megaproyecto Antumapu. Otras 1539 familias serán beneficiadas por este proyecto. Fuica espera recibir su nuevo hogar en julio del próximo año. Habiendo vivido como allegada desde que llegó a Santiago en 1988, por fin tendrá su propio espacio.

Este tipo de obras son el parche que, por ahora, utiliza el Estado para tapar la herida que es el acceso a la vivienda en nuestro país. “La solución de corto plazo es entregar subsidios que permitan reducir el número de habitantes por vivienda”, comenta Iván Poduje. “A mediano plazo, la única salida es construir más viviendas ocupando los terrenos disponibles en la propia comuna de La Pintana”. Sin embargo, falta lo más importante: ¿Cuál es la solución a largo plazo?

En Chile el hacinamiento se acerca al 7% de la población. El coronavirus puso una lupa en esta problemática. Es una deuda pendiente. Hoy, a un año del estallido social y a días del Plebiscito 2020, el debate por el derecho a la vivienda digna vuelve a estar sobre la mesa. “Faltan políticas públicas en el tema vivienda. Es algo a lo que no le ponen mucho énfasis”, dice Yesenia Olguín, vocera de la CAP. “Es algo super engorroso y burocrático tener una casa propia, por eso existe el allegamiento. Es más fácil armar un segundo piso o hacer una pieza en el patio que postular a la vivienda”.